Publicada el 9 de febrero de 2011 por Equipo VBA
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Es lógico comprender, por tanto, que una parte muy importante en la evolución espiritual del hombre es el reconocimiento de que su triple vehículo: la mente, el vehículo emocional y el cuerpo físico, son una creación angélica en la que él sólo ha contribuido con la aportación, a menudo inconsciente, de sus pensamientos, deseos y acciones acumulados en su cuerpo causal en forma de cualidades psicológicas. Tal reconocimiento es la obra de la evolución espiritual conforme la corriente de vida humana se desplaza de los niveles instintivos y asciende hacia las elevadas zonas de la intuición, tratando de hallar su lugar en uno u otro de los infinitos peldaños que constituyen la Gran Escalera de Jacob místicamente definida como Sendero espiritual o Camino interno. Pero, fruto de tal reconocimiento será sin duda la capacidad de vivir íntegra y armoniosamente en aquel peldaño de luz que por ley corresponde a cada ser humano y el establecimiento de un contacto cada vez más consciente y definido con las fuentes de «revelación divina» que son los augustos moradores angélicos de los mundos invisibles, los cuales, utilizando la luz radiante del Éter, construyen no solamente los vehículos específicos de manifestación del hombre, sino que le preparan también las condiciones psíquicas que constituyen su ambiente social.
Cuando tal contacto es realizado inteligente y deliberadamente y el propósito espiritual llena la parte más importante de su vida puede hacerse acreedor el hombre a la amistad de los Ángeles que de manera misteriosa están unidos al proceso de su existencia kármica. Se le abre entonces una perspectiva realmente esplendorosa en el orden espiritual y sobre su base de luz erige la noble estructura que ha de soportar el entero proceso de su mágica creación. Por vez primera en su dilatada serie de existencias temporales comprende el exacto valor del término AMISTAD, hasta aquel momento condicionada a las imperfectas condiciones humanas y a las inadecuadas normas sociales de vida, y a través del fraternal contacto angélico empieza a penetrar en la infinita extensión del ambiente cósmico, del cual empieza a sentirse una pequeña aunque consciente parte y a percibir a aquellos excelsos Ángeles y otras jerarquías solares que desde tiempos inmemoriales y desde los mundos invisibles vigilan con amorosa solicitud que suene para los hijos de los hombres la hora de su redención física y su espiritual perfección…, para «cantar al unísono la Gloria del Señor»
“Estructuración Dévica de las Formas” 1ª Edición electrónica, página 17