Todo esto está aquí y ahora presente a nuestra disposición: el trabajo creador, el imperativo de la acción, una acción correcta, una acción ilimitada que se inicia con actos sencillos y de buena voluntad.
Los agnósticos, por ejemplo, los hombres que a través del tiempo lucharon dentro de las filas de los marginados de la sociedad, que se sacrificaron sin esperar recompensa esotérica: son los primeros en el Reino de los Cielos, no los esotéricos repletos y ahítos de conocimientos que no son capaces de una acción creadora, que no son capaces de una acción correcta ni de sentir compasión verdadera por los demás, ni son capaces de sentir el idealismo al punto de sacrificar su propia vida y la vida de todos cuantos le rodean.
El Espíritu de Grupo y su poder curativo. Conferencia de 18 de noviembre de 1982.