Vicente.—No suelo aconsejar nunca nada a nadie, porque sé que la persona que aconseja se ata indefectiblemente a la persona aconsejada, pero podemos considerar el asunto en profundidad. ¿Qué sucede con las personas que constituyen la inmensa masa de la humanidad, que están sufriendo muy profundamente las consecuencias de este tremendo despertar espiritual en el planeta y que, sin embargo, no son capaces de seguir conscientemente este estímulo espiritual? Entonces, nosotros debiéramos acercarnos a estas personas, no con el consejo a flor de labio sino con un tremendo despertar de amor del corazón y hablarles con el corazón y no por la vía del consejo, que como digo, puede equivocarse, sin embargo, el amor del corazón jamás se equivoca, porque posee la suficiente fragancia y libertad como para producir por radiación, el despertar de los demás, sin apoyo de la palabra o del consejo.