La comunión de almas

Estamos ahora todos aquí, en un punto clave, me refiero al mundo en su totalidad o a la humanidad como un todo, dentro de una gran crisis de expansión cíclica de grandes elementos, de grandes poderes que están viniendo, de ahí el poder del que hablaba anteriormente, que no ha tenido la facilidad o el control debido, y que por lo cual se nos desbordan los acontecimientos y, naturalmente, una vez que se han desbordado los acontecimientos somos incapaces de resistir su agresión y nos refugiamos seguramente en la tradición o en lo que dijeron los sabios del pasado, o en lo que dicen las enseñanzas místicas del presente. Es decir, que estamos trabajando siempre dentro de luz, y somos inconscientes de la luz. La segunda etapa es que somos completamente conscientes de la luz, entonces, a esta conciencia de la luz lo llamamos discípulo en sus varias etapas. El discípulo que está siendo observado por los Maestros, por la Jerarquía, el discípulo que ha sido aceptado porque ha cumplido los requisitos indispensables, el discípulo en el corazón del Maestro, cuando el Maestro ya ve que está suficientemente preparado para resistir la fuerza de la iniciación, y entonces tenemos toda la fuerza cósmica que está pendiente de este momento trascendente del Gólgota, en el cual ya definitivamente el ser humano renuncia a la propia luz para convertirse en la luz. Es decir, entre Dios y el hombre existe una barrera, esta barrera sutil que solamente el iniciado de la cuarta y quinta iniciación pueden darse. Nosotros, en nuestro estado actual, y hablando psicológicamente, tenemos el deber de desapegarnos de todo cuando constituye el vehículo de expresión de la conciencia y así decimos que hay que liberarse de las reacciones del cuerpo, de los deseos del cuerpo emocional y de los pensamientos que invaden nuestra mente. Y esto solamente puede ser porque estamos muy atentos a la vida personal. Un proceso debe ser observado en el momento de la acción, ni antes, ni después. Es como si ustedes después cuando salgan a cenar piensan en lo que estamos diciendo aquí. Es aquí y ahora cuando esto debe ser comprendido, no después. En este momento en que estamos aquí juntos, viviendo algo que a mi entender  debe vivir un día la humanidad como un todo, una comunión de almas. Esta comunión de almas llevará como consecuencia una vivencia muy particular, muy definida, pero muy diferente a la que vivimos hasta ahora. De no ser así, entramos otra vez en un misterio de la precipitación kármica, y estamos siempre, dentro del desierto sin atravesarlo, estamos en las fronteras de la acción, pero sin consumarla, nos resistimos al poder de la acción, ¿verdad?, ahí está el problema, que nos resistimos al poder  de la acción, que estamos actuando aparentemente, pero, ¿quién actúa? En cierta manera, y perdonen ustedes, pero es verdad, somos unas marionetas. ¿Cuántas veces es el yo el que actúa? y ¿cuántas el pensamiento y el deseo irrefrenado?, o, ¿bien el cuerpo que tiene sus propias exigencias? Ahí está el problema. Y, naturalmente, el problema está siendo así tan crudamente expuesto, y debe serlo así, porque no hay que mistificar la verdad y todos somos conscientes de lo que estoy diciendo. Solamente hay una ley de acción, ser responsables de todas y cada una de las acciones individuales, y  a partir de aquí dejemos que la vida coja el trabajo que hasta aquí había sido asignado a nuestra voluntad individual, a nuestra pequeña voluntad. Dejemos que la trascendencia se infiltre dentro de la inmanencia y nos lleve a la liberación.

Conferencia 1 de abril de 1981