Reconciliación, el camino hacia el arquetipo

El Arquetipo

Cuando lo inmanente y lo trascendente de cualquier ser viviente se han unido o reconciliado en cualquier momento del tiempo y en cualquier lugar del espacio, se produce un milagro de rara y espectacular belleza. Platón lo llamaba ARQUETIPO, la síntesis geométrica de belleza alcanzada por un cuerpo en la vida de la Naturaleza, mineral, vegetal, animal o humano. Pero, existe también en el nivel que sea una energía espiritual que ha logrado redención, siendo psicológicamente perfecta su expresión a través de aquella bendita forma, teniendo en cuenta que no puede haber perfección posible en la vida de la Naturaleza si no se realiza previamente un equilibrio verdadero entre una razón interna, o propósito creador, y una manifestación externa por medio de una cualificada forma geométrica. Tal equilibrio no hubiera sido posible a no mediar el tercer factor, aquel poder aglutinante de la energía material y espiritual al que místicamente llamamos ALMA.


Todas las formas de la Naturaleza poseen un Alma que las dota de conciencia y de un impulso vital, dinámico e irresistible que las orienta hacia un definido propósito de redención o, si Uds. lo prefieren, de perfección. Sin embargo, la redención y la perfección no constituyen metas rígidas o estáticas, sino que son antesalas de mayores conocimientos y realizaciones. Por lo tanto, cuando hablemos de Arquetipos en relación con las formas geométricas hacemos referencia a un estadio de perfección orientado siempre a nuevas y más esplendentes perfecciones. De ahí que la perfección que no constituye un fin en sí misma sino que es un eterno movimiento hacia más elevadas realidades, no está condicionada a meta definida alguna, ya que una vez la Naturaleza ha realizado el milagro de un Arquetipo, en el nivel, plano, reino o especie que sea, abre automáticamente la perspectiva de nuevos y más esplendentes Arquetipos o Modelos a realizar.
 
El Arquetipo del hombre se halla virtualmente en el ser ANDRÓGINO, aquél en cuyo centro de conciencia se han fundido o reconciliado todas las posibles polaridades. Al igual que ocurre con el misterio de la electricidad, cuyo centro de equilibrio o reconciliación es la Luz, el Alma del hombre es el centro de reconciliación entre el Espíritu y la Materia, entre la Vida divina y la forma geométrica del cuaternario inferior, entre el propósito de SER y la acción de REALIZAR. En el centro de la eterna Balanza de la Justicia kármica se halla el alma del hombre, decidiendo, luchando, sufriendo y gozando…, hasta que llega un día en que la Balanza se equilibra, el Espíritu y la Materia ya no luchan entre sí; se hallan perfectamente integrados en el centro causal del Alma y se produce entonces aquel fenómeno humano que esotéricamente se denomina el ANDRÓGINO, la realización perfecta del hombre que ha consumado su destino.

La mente humana ya no lucha ni se extiende horizontalmente a la búsqueda de conocimiento y su corazón se halla desapegado y libre de todo deseo. El Fuego de Kundalini circula libremente entonces por todos los centros etéricos; alrededor del SUSUMMA, IDA y PINGALA se hallan perfectamente equilibrados y el Fuego -tal como místicamente se dice- se ha convertido en LUZ, una Luz que orienta hacia las más elevadas realidades cósmicas. En tal estado de realización el cuerpo físico, ya pertenezca a un hombre o a una mujer, deja de sentir atracciones o estímulos de carácter sexual. Nada ni nadie pueden afectar ya este equilibrio estable en la vida de la naturaleza humana y cuando en el proceso cíclico de la muerte física tal esplendente y cualificado cuerpo arquetípico ha de ser abandonado, la conciencia del alma no se refugia en el Devachán, la zona intermolecular o de descanso angélico en el plano mental, sino que se fusiona absolutamente con la Mónada espiritual, el verdadero y único SER del hombre. Si algún nuevo nacimiento tuviera que producirse en el devenir del tiempo, la Mónada o Espíritu se manifestaría físicamente sin necesidad de sujetarse al ordinario proceso de concepción nacido de la dualidad masculino-femenina que rige para todos los seres humanos que no lograron todavía su perfección individual, sino que será realizado por medio de un ímpetu de amor y utilizando creativamente las fuerzas angélicas del espacio para construir el Vehículo adecuado a la realización de ciertos nobles fines que sólo la Mónada espiritual conoce y sirve. A este Cuerpo de radiante y sublime irradiación que el Iniciado crea con ayuda de los Devas superiores se le llama esotéricamente LINGA SARIRE y tiene la propiedad de no envejecer, de estar libre de enfermedades y de persistir en el plano físico todo el tiempo que sea necesario para el cumplimiento de la obra jerárquica aceptada voluntariamente por la Vida infinita de la Mónada espiritual. Otra de sus propiedades es la de hacerse invisible a voluntad y de surgir inesperadamente de los éteres del espacio cuando así conviniere a los propósitos monádicos. Este Cuerpo, un verdadero TALISMÁN viviente está bajo la custodia de ciertos Devas de elevadísima evolución que hacen circular PRANA de las más elevadas regiones del éter a través de cada uno de sus componentes moleculares, construidos únicamente con átomos seleccionados del cuarto nivel etérico y que  son atraídos en virtud de un sonido o Mántram especial que pronuncia el Iniciado cada vez que tiene necesidad de utilizar su LINGA SARIRE para poder manifestarse substancialmente en el mundo.
 
En estas últimas ideas y consideraciones hallarán Uds. no pocos indicios acerca de la actividad de aquellas gloriosas Jerarquías Dévicas, denominadas en algunas partes de este Tratado Esotérico sobre los Ángeles, Señores de los Arquetipos, Quienes, bajo la suave imposición del Adepto, construyen los Cuerpos Sagrados o Langas Sarires necesarios para el cumplimiento de alguna misión especial en el mundo, siguiendo el criterio universal de la Gran Fraternidad Oculta que guía los destinos espirituales del planeta Tierra…