Vicente.—No sé cómo contestar a esta pregunta porque existe la conciencia de Dios en el matador y en la víctima. Existe un tremendo desafío a la conciencia cuando el hombre lleva una espada y se ve en la necesidad de utilizarla. El conflicto no está sin embargo en llevar una espada al cinto, porque la persona que lleva una espada al cinto tendrá que utilizarla, tendremos que dejar la espada porque solamente existe la espada de Dios como cumplimiento. Yo no sé hasta qué punto una persona puede estar, como usted decía, en la policía y al propio tiempo ser tan lleno del Espíritu de Dios que de acuerdo con el Espíritu de Dios se vea obligado a agredir a un ser humano, sea un delincuente o sea un ser completamente inocente. Yo siempre dejo esto al juicio del hombre, pues los discípulos solamente suelen aleccionar en el sentido de explicar lo más necesario y lo más correcto, pero, las líneas de la acción pertenecen a los hombres, a los hombres que deben actuar de acuerdo con ciertos imperativos ambientales. Un político, por ejemplo, debe amar mucho a Dios para no equivocarse en su política; lo mismo sucede con un legislador, debe amar mucho a Dios para no equivocarse en sus juicios.
Los científicos también tendrán que amar mucho a Dios si quieren crear cosas nuevas y técnicas sin que quede en su corazón el aliento de utilizar estas cosas contra los demás, es decir, que en el centro de toda condición humana solamente existe algo verdadero: el Amor de Dios. Este es el último y más certero juicio de la existencia y a él remito a todos los seres humanos que realmente quieran comportarse de acuerdo con la Ley de Dios, ante todo tendrán que estar tan atentos a la Voluntad de Dios, que su pequeño libre albedrío personal quede sumergido en la Voluntad de Dios, ya no será entonces el libre ejercicio de la libertad individual pequeña que se equivoca constantemente sino que será la Voluntad de Dios que se ha apoderado del instrumento del libre albedrío humano, lo ha perfeccionado de tal manera que este libre albedrío solamente puede reflejar Su Voluntad y entonces el hombre sabrá lo que tiene que hacer, sea cual fuere su condición, sea cual fuere su campo de trabajo, sea cual fuere el estímulo de su vida. No se puede aconsejar lo que hay que hacer sino señalar el camino que conduce a la Voluntad de Dios y dejar entonces que la Voluntad de Dios actúe en el hombre, aparte de todo prejuicio, con sincero amor, con paz y voluntad en el corazón.