El perfume de la atención

Hay muchos discípulos que se pasan el tiempo pidiendo al Maestro que les asigne algún deber en la vida social, están, incluso meditando para tratar de extraer alguna de las facultades que les corresponde utilizar en bien de los demás, sin comprender que tan solo con ser «radioactivo» -utilizando un término muy científico en el momento actual, radioactivo en el sentido positivo, muy profundo, dándole a cada cual lo que es suyo porque le corresponde- estaremos manifestando la cantidad de Dios que hemos conseguido liberar, es como el perfume de la flor que no tiene que desplazarse para descubrir su secreto, entonces, siendo así, ¿por qué no hacemos lo que tan sencillamente nos enseña la naturaleza? El árbol con sus frutos, la flor con su perfume, y el hombre con su radiación.
 
Para mí, y creo que para muchos aspirantes y discípulos actuales, es que no puede haber liberación, paz y comprensión, si no existe esta plenitud en la acción que solo surge de la observación profunda y serena de los acontecimientos del tiempo. Para crear estos espacios vacíos tendríamos que carecer de todo dogmatismo. ¿Cuándo se realiza en nosotros este vacío creador? Cuando estamos muy atentos. Cuando una cosa nos interesa estamos tan embebidos en ella que el yo ha desaparecido, el yo que crea las ausencias, no el yo que crea los vacíos. El yo inferior tiene que retirarse para crear un vacío, y con el yo inferior me refiero al conjunto formado por el cuerpo físico, el astral y el mental, hasta el punto de que siendo este vacío una experiencia mística muy trascendente y habiéndolo notado alguna vez en nuestra vida, nos causa la sensación de que no somos nosotros, y es que precisamente somos nosotros cuando se realiza este vacío, un vacío que, como decía, es un lleno de plenitud, no es un vacío en el sentido ordinario del término.   Cuando hablamos de esta manera tan psicológicamente profunda, el decir «vacío” es un sinónimo de plenitud en la acción.  

Conferencia 24 mayo 1986