liberación-radiación: nuestra constante ofrenda a los demás

Un vacío, espiritualmente hablando, es un lleno de plenitud. Solamente donde hay una esfera muy tupida de conocimientos es donde no puede existir la libertad que da el vacío creador, este vacío que vamos afianzando día a día en nosotros, en nuestro interior sin que aparentemente suceda nada, cuando hemos comprendido que todo está en nosotros y que la resolución de todos los estados de conciencia es la expectación serena que surge cuando observamos muy atentamente lo que pensamos, lo que sentimos, lo que estamos diciendo a través de nuestras palabras, todos y cada uno de nuestros gestos. Y ustedes dirán; quizás, ¿y no es esto una nueva disciplina?, ¿está usted u otros tratando de imponerla? Yo les diría que, ¿acaso la atención de esta observación no es el deber de todo ser nacido, el estar atentos a todo cuanto acontezca dentro y fuera de nosotros mismos? Esta atención tan formidable hacia todo cuanto estamos pensando, sintiendo u hablando, yo le llamo «liberación», es la liberación que surge de un propósito firmemente establecido en el suelo de la libertad individual, el suelo de la paz, y entonces se está manifestando como «radiación», que constituye la técnica del servidor de la Nueva Era, que ya no es este constante preguntarse: ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es mi destino como servidor espiritual de la Raza?, sino que estaremos preocupados por la calidad y profundidad de nuestra propia radiación que constituye nuestra constante ofrenda a los demás; si estamos irradiando estamos sirviendo, estaremos irradiando esta atmósfera de libertad que lo va impregnando todo porque la propia libertad se manifiesta en nosotros.  

Conferencia 24 mayo 1986