El propósito del caminante espiritual

Hay que llegar a la raíz de aquello que denominamos karma para darnos cuenta de que el karma y nosotros somos una misma cosa, es consubstancial con nuestra vida, es la inercia de la acción lo que crea karma, y me estoy refiriendo al karma corriente o habitual que es distinto de aquel destino que nos han trazado elementos extraños o foráneos a nuestra propia vida espiritual. Entonces, la paz, la ausencia de karma, el claro discernimiento, y ese profundo despertar interno, solamente pueden tener una vivencia consciente en nosotros si somos capaces de estar siempre con esa serena beatitud que emana de aquella atención tan formidable a todo cuanto está aconteciendo en no importa qué momento del tiempo ni en qué lugar del espacio. Si somos capaces de lograr esto, sabremos exactamente que es la paz, nuestra propia paz. Y no me refiero a aquellos momentos de tranquilidad emocional que pueden surgir psicológicamente cuando las cosas marchan bien, cuando no existen problemas familiares, ni psicológicos, ni profesionales, o de tipo social, porque lo que tratamos de hacer, esotéricamente, es evitar de una manera profunda y resolutiva, todo aquello que constituya un problema. Cuando se liquida una dificultad, sea de la clase que sea, encontramos un respiro en nuestra vida, un alivio, es como si hubiésemos cavado más hondo dentro del propio ser y hubiésemos descubierto una luz, la luz de la verdadera comprensión, que no es la luz que proporciona el conocimiento intelectual sino la de aquella comprensión que surge mediante el propósito de realizar, de realizarlo en nosotros mismos, y que constituye el propósito del caminante espiritual.  

Conferencia 24 mayo 1986