Interlocutor. — Yo quería preguntar: ¿Podía ser factible, o sea, aceptar el hecho, de que seres que no son ilustrados ni académicos, que son humildes y muy sencillos ¿puede darse el caso, mediante su vida de espiritualidad, que son un verdadero ejemplo, de que pueda darse en ellos verdaderas manifestaciones y poderes espirituales?
Vicente. — ¿En el sentido sonido?
Interlocutor. — Espiritual. En el sentido de manifestaciones de unas cualidades y unos poderes espirituales, siendo un no ilustrado académico, pero una natural humildad y sencillez, pero que vive una vida también de rectitud, de abnegación y de cumplimiento ¿en esas personas puede darse el caso de que esté precisamente esa comunión?.
Vicente. — Mire usted, si usted me habla de una persona humilde, de una persona que vive correctamente, de una persona sin dotes intelectuales, pero que tenga buena voluntad hacia los demás, yo creo que este ser está actualizando el Verbo en su vida, teniendo en cuenta que la cultura no depende nunca del valor del ego, ni del poder espiritual que tiene una persona en un momento determinado del tiempo histórico de su vida. El intelecto es solamente una forma expresiva del Verbo. Si una persona no tiene intelecto pero tiene palabra, a través de sus expresiones de humildad y de buena voluntad, puede expresar sensibilidad del Verbo, y hay muchas personas de temperamento místico cuyo intelecto no está preparado para captar ciertas cosas inmediatas, pero desde el punto de vista de la sensibilidad está escuchando el más lejano de los gritos y está avizorando la meta más lejana, lo cual significa que este hombre en tiempo y espacio es un verdadero discípulo del Maestro. La humildad, y cuando hablo de humildad me refiero a este sentido de desnudez ante la Gloria de Dios, en aquel decir del sabio: “Sólo sé que no sé nada”, esto para mí es la mayor prueba de desnudez o, en un nivel emocional: “No sé que me pasa, pero me siento entregado a la Divinidad” o, en un caso más extremo y más concreto: “Hago lo mejor que puedo lo que debo hacer”. En esos tres niveles está actuando la fuerza del Verbo, porque si no tiene intelecto tendrá buena voluntad, y sabemos bien que no todos los intelectuales tienen buena voluntad, entendiendo por intelectuales todos los seres que se mueven en el campo de la política, de la economía y de la ciencia. ¿Se da cuenta del valor afirmativo del Verbo? No depende del intelecto, ni depende de la posición social, ni depende de la cultura, ni depende de muchos factores a los cuales damos importancia. Existe en el ser una tendencia irresistible hacia un arquetipo, ese arquetipo es la promesa de un ciclo de vida al cual todos podemos acceder, y desde el momento en que yo, ustedes, todo el mundo puede acceder al arquetipo, sabe que debe responder a ciertas notas en su vida de este arquetipo. Una persona humilde reflejará humildad, será el arquetipo reflejándose en humildad. Si una persona es intelectual, pero tiene buena voluntad, y no utiliza el conocimiento dentro de los cauces de la avaricia, se dará cuenta de que está actualizando una forma típica del Verbo, el Verbo tal como puede ser descrito en el mundo intelectual. Ahora bien, si buscamos la expresión total del Verbo, insisto, hay que tener integrados los tres vehículos, que la mente intelectual, la sensibilidad o el mundo psíquico o el mundo emocional o el mundo astral, y el mundo físico a través del cual realizamos las conductas. Entonces, si es así, en esta interpenetración, en esta integración de vehículos, cuando el mismo equilibrio convierte la personalidad, simbólicamente descrita como un triángulo equilátero, la mente, la emoción y el cuerpo están plenamente integrados, entonces como resultado, el Ojo del Señor, simbólicamente hablando, dentro del triángulo, empieza a ver todas las cosas de la personalidad; es lo mismo que podíamos decir, que el vértice A, el vértice U, el vértice M, están inmersos dentro de la forma del OM, o sea, dentro de la esfera, o dentro del círculo mágico que puede ser representativo del Sol, puede ser representativo de la Hostia, y puede ser representativo de la fuerza expansiva del Verbo. Es decir, hay que utilizar siempre la analogía, ver cómo y de qué manera todo cuanto sucede a nuestro alrededor, y aún aquello que desconocemos puede ser comprendido si aplicamos la analogía de una manera muy parecida a cómo estamos tratando de descubrir uno de los misterios clásicos del cristianismo esotérico. El Cáliz, la Hostia y, luego, la Estrella de Cinco Puntas; solamente hay que dejar entonces la mente intelectual en suspenso y dejar que por dentro el sonido, más la forma geométrica, más el distintivo de color que crea una cualidad, por vía infusa, por vía intuitiva, nos dé la relación del misterio que tratemos de descubrir, aquel misterio que constituye la meta inmediata y al propio tiempo la frontera para una verdad posterior más elevada.
Conferencia 14 de Febrero de 1976