La verdad es universal

Pregunta: Me gustaría que hablara de la inofensividad y de la impersonalidad como condiciones previas para un servicio creador y para alcanzar la Iniciación.

Vicente.- Daos cuenta de que la impersonalidad y la inseguridad son dos cosas que están muy relacionadas. Cuando estamos inseguros estamos en un estado completo de inofensividad. Porque, como decía ayer –quiero insistir en este punto–, en los educadores actuales –espirituales y no espirituales– no hay impersonalidad. Cada cual se arroga el derecho de ser un gurú, que trae una  definida enseñanza; esa enseñanza la hace propia –no la hace impersonal–,olvidando que su mente transmite verdades que están establecidas desde el principio mismo de los tiempos y que no tenemos nada que no tengan los demás; no transmitimos más que aquello que comprendemos del Plan y en forma impersonal, aquello que suscita una respuesta de lo que hay ya dentro de los demás.

Naturalmente, si personificamos nuestras actitudes, si estamos condicionados por el complejo mesiánico (y esto es muy general), entonces esta falta de impersonalidad hace que no podamos suscitar una respuesta de las verdades contenidas dentro del corazón de aquellos a quienes estamos hablando.

Adquirimos una grave responsabilidad, la responsabilidad de hacer nuestro, aquello que pertenece a todos. Naturalmente, estamos tan condicionados por el miedo y el miedo se extiende a todas las zonas psicológicas del Ser, que tenemos necesidad todavía de aferrarnos a algo que sea muy objetivo y ahí afirmamos nuestra personalidad, no la impersonalidad. Esta seguridad, incluso la seguridad de que tenemos que levantar una estructura y que los demás tienen que contemplar con reverencia esta estructura. Y esto sucede más de lo que frecuentemente creemos. Que la gente, por el sólo hecho de ver reflejado el ser que se abroga el derecho o la capacidad de ser maestro, de ser gurú en algo, debido a que la gente por su parte está buscando seguridades, se aferra a aquellas personas, precisamente a  aquellas que se abrogan tales derechos sin ser merecedores de ellos. Porque no es maestro ni es gurú aquél que quiere, sino aquél que puede. Que los frutos dan fe de lo que es el árbol y el árbol es conocido por la bondad de sus frutos. Y en lo que corresponde al educador, los frutos son la impersonalidad. La impersonalidad de por sí, suscita lo mejor que hay dentro del corazón de los seres humanos, viene de una manera espontánea por este poder de síntesis que nos lleva a la propia impersonalidad, que está más allá de los conflictos, de la separatividad. Y al llegar a este punto, veréis de qué manera ha sido prostituido el conocimiento esotérico a través del tiempo para llegar finalmente a esta especie de vértice inferior en el que se congregan tantos prejuicios, tantos miedos y tantas faltas de responsabilidad.

La Venida del Instructor del Mundo – 1ª Edición Electrónica VBA, págs 37 y 38