Si siempre estuviésemos atentos, esto constituiría el campo ideal para la meditación verdadera. No para la meditación que trabaja sobre un pensamiento simiente, por ejemplo, aunque esto para los principiantes es extraordinariamente bueno, pero me da la impresión de que estoy hablando a discípulos y, por lo tanto, como estoy habituado a hablarles, siempre tengo que decir que los métodos del pasado solamente son aceptables en las personas que recién ahora están penetrando en el Sendero. Entonces, una persona corriente –sin ningún afán peyorativo- que penetre por primera vez en el sendero espiritual, necesita algo que está a su disposición intelectual, que pueda ser comprensible a su naturaleza psicológica y se le tiene que trabajar a través de la meditación consiguiente, es decir, proporcionarle un pensamiento simiente y que lo trabaje, hasta donde pueda, hasta donde alcance su propio entendimiento. Respecto de la idea de Dios o, por ejemplo, se le dice que trabaje con esta idea y la persona estará limitando a Dios, o a una flor cuando se le ha dicho que medite sobre la flor, porque los momentos actuales no están en la imagen formal u objetiva de la flor sino que estarán en su perfume, luego habrá que penetrar en la esencia de la flor, que no es su forma, ni tampoco la calidad de su perfume para descubrir aquello que produce el perfume y a la flor misma, a su propósito creador. ¿Se dan cuenta?
Bueno, es empezar las cosas esotéricamente, mirando primero lo más elevado o universal, lo más abstracto o general, e ir rebajando o concretando en nuestras vidas esta fuerza tremenda que vamos conquistando hasta converger en nuestro corazón. Es decir, no vamos a buscar a la flor como forma, a un clavel, rosa, nardo, o un lirio de las aguas, sino que buscamos aquél propósito latente en cada uno de ellos que subyace más allá de sus formas, e incluso más allá de sus perfumes. Y, ¿cómo se puede captar este propósito si estamos tan entretenidos en las cosas fugaces y transitorias que no tienen un poder realmente espiritual en nuestras vidas? Esta es la cuestión, que nuestra atención trata de analizar la forma escapándose al propósito que la ha creado, respondiendo más concretamente, el vacío, la paz, la que surge de este vacío creador, nace con la atención, esta atención primorosa pero profunda asignada a todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia. Seguramente que no se da una continuidad de conciencia dentro de este vacío, es decir, que no siempre mantenemos esta atención, porque solamente Dios mantiene esta continuidad, esta atención tan formidable mediante la que tenemos este universo y nuestra propia existencia, pero sí que podemos alcanzar niveles de paz, una paz desconocida para nosotros todavía, y para mí esto es muy importante, que la paz que surge de esta comprensión y que después se manifiesta como una radiación natural, pueda ser proyectada o enfocada, sobre todos los demás. En esto, y no otra cosa consiste el verdadero servicio creador.
Conferencia 24 mayo 1986
Conferencia 24 mayo 1986
Conferencia 24 mayo 1986
Hay que llegar a la raíz de aquello que denominamos karma para darnos cuenta de que el karma y nosotros somos una misma cosa, es consubstancial con nuestra vida, es la inercia de la acción lo que crea karma, y me estoy refiriendo al karma corriente o habitual que es distinto de aquel destino que nos han trazado elementos extraños o foráneos a nuestra propia vida espiritual. Entonces, la paz, la ausencia de karma, el claro discernimiento, y ese profundo despertar interno, solamente pueden tener una vivencia consciente en nosotros si somos capaces de estar siempre con esa serena beatitud que emana de aquella atención tan formidable a todo cuanto está aconteciendo en no importa qué momento del tiempo ni en qué lugar del espacio. Si somos capaces de lograr esto, sabremos exactamente que es la paz, nuestra propia paz. Y no me refiero a aquellos momentos de tranquilidad emocional que pueden surgir psicológicamente cuando las cosas marchan bien, cuando no existen problemas familiares, ni psicológicos, ni profesionales, o de tipo social, porque lo que tratamos de hacer, esotéricamente, es evitar de una manera profunda y resolutiva, todo aquello que constituya un problema. Cuando se liquida una dificultad, sea de la clase que sea, encontramos un respiro en nuestra vida, un alivio, es como si hubiésemos cavado más hondo dentro del propio ser y hubiésemos descubierto una luz, la luz de la verdadera comprensión, que no es la luz que proporciona el conocimiento intelectual sino la de aquella comprensión que surge mediante el propósito de realizar, de realizarlo en nosotros mismos, y que constituye el propósito del caminante espiritual.
Honestamente y mirando hacia adentro, ¿acaso no buscáis la Paz? Aquella paz que trasciende la mera comprensión intelectual, una paz que viene sin que nos demos cuenta de que ha llegado o de que se está acercando a nosotros, es el eterno devenir en el tiempo pero sin tiempo que surge cuando la mente está tan solemnemente apercibida que ningún pensamiento es capaz de perturbar su quietud. Ello se logra, solamente, con esta atención tan exquisita que surge del cultivo de los valores eternos. Se dirá que todo esto ya lo han preconizado los filósofos y psicólogos de todos los tiempos, pero una cosa es la preconcepción intelectual de lo que estamos buscando, sea de la verdad o de la paz, y otra cosa es el sentimiento de integridad que surgirá como consecuencia del contacto con esta paz trascendente y que se encuentra en nosotros, sea cual sea el nivel de nuestra vida psicológica.