Por la humildad hacia Dios

¿Usted conoce el misterio del yo trascendente? Existen dos cosas. Tenemos el yo inmanente… Suponga que Dios es todo esto, nosotros estamos separados por una pequeña corteza. Este es el yo inmanente, el yo trascendente es todo el cuadro. Dios al crearnos no tiene necesidad de meterse dentro de nosotros, sino que una radiación de su vida nos da vida a nosotros, entonces, tenemos la creación del yo inmanente, el yo dentro de la estructura creada por la mente, la emoción y el cuerpo. Es nuestro yo, pero, es una ilusión porque el yo, de hecho, es el mismo yo limitado en espacio y tiempo. Cuando digo esto es para referirme a que las personas acostumbran a crear un mito de las cosas, y este mito puede ser engañoso, lo que ocurre con cualquier organización religiosa que, al crear una estructura, sitúa todo dentro, ¿no es verdad?, porque mientras esté solamente dentro habrá una cosa inmanente pero no habrá trascendencia. ¿Qué pasa con el dogmatismo? Es una cosa cerrada, por lo tanto el dogmatismo no puede dar una idea de lo trascendente, da solamente la idea muy limitada todavía del yo inmanente. Ahora, cuando el yo inmanente desaparece fundido dentro del mar del yo trascendente, entonces estamos llegando a este punto. Pero, fíjense bien, que ahora me da usted la opción para aclarar todavía más aquello que decíamos de la fusión del espíritu con la materia sin pasar por el alma. Este punto creado del yo que busca ha creado el alma, y a través del alma como intermediario el yo inmanente trata de hacerse uno con el yo trascendente. ¿Qué pasará cuando desparezca esto? El Yo y el yo son la misma cosa. La gota no se ha volcado en el mar sino que el mar se ha volcado en la gota, entonces será el yo trascendente siempre ya. Ahora bien, en relación con otros sistemas solares quizás el yo trascendente no sea sino un pequeño punto inmanente, es lo mismo, porque en la vida del cosmos todo es un tejer y destejer mundos y sistemas solares. Claro, esto tendría que darnos la idea de lo que es la humildad, de ser humildes hasta donde podemos penetrar en el sentido de la humildad. Solamente darnos cuenta de que todo aquello que para nosotros es lo más grande, es Dios, solamente es una fracción, una pequeña parte física de una serie de sistemas superiores. Y no hablamos ya de Betelgeuse y Aldebarán, que son estrellas dentro de las cuales caben millones de soles. Seamos humildes pues, la gloria del esotérico o del místico es ser humildes. Reconocer que el conocimiento no es ni más ni menos que tratar de profundizar en el propio sentido de valores para extraer humildad, porque es por la humildad que vamos creciendo hacia Dios, que vamos penetrando en su naturaleza.

Conferencia 12 de Junio de 1976