«Ser un discípulo, en definitiva, es enfrentar la vida con el corazón abierto a todos los vientos del Espíritu. No es una posición fija e inamovible; por el contrario es un cambio constante o de renovación en nuestra vida, que nos impide adoptar posiciones fijas de ser esto, o ser lo otro o de seguir determinadas orientaciones que, a veces, por sus propias limitaciones o adherencias a las mismas, nos apartan sutilmente de los demás.»
Cartas a Argentina, Barcelona, 3 de Julio de 1986