Hay que estar atentos simplemente, hay que ser sumamente invocativo, siempre, constantemente, en la alegría y en la tristeza, porque si solamente estamos atentos al fluir de los momentos alegres no seremos capaces de realizar el máximo esfuerzo que se precisa cuando estamos solos sumidos en la soledad o en la tristeza o en el agudo sufrimiento. El hecho de que estemos atentos siempre que marque el equilibrio de los opuestos, que hace que el bien y el mal sean la misma cosa y nos demos cuenta que cuando nos situamos como el Dios Osiris en el centro de una cuestión veremos que todo es lo mismo, que no existe bien ni mal, que somos los árbitros que al apoyar un pié más en la balanza de un lado somos buenos o bien apoyando en el otro lado somos malos, somos malos o somos buenos, somos la eternidad. Hay que darse cuenta, si se dan cuenta de la sutileza de la idea, que hay que prescindir incluso de la balanza porque hay cosas que no hay balanza posible que pueda ser medida en el Cosmos, solamente la mente finamente analítica, plenamente apercibida de los valores inmortales es capaz de darse cuenta porque hendiendo los espacios sublimes marcados por los dioses, los Maestros de Compasión y Sabiduría que nos han precedido, y están esperando también con los ángeles el momento de la gran oportunidad humana.
Conferencia 9 septiembre 1978