Me pregunto también, si se dan cuenta del misterio que se produce cuando un ser humano está atento a un proceso. Cuando toda su mente, todo su corazón, toda su voluntad está presente en el momento que se está viviendo, sin permitir interrupciones, sin permitir que la vida funcione a parte de su propia voluntad, sin permitir que ningún hecho pase por la mente sin dejar su huella, su impronta, tal como ocurre fundamentalmente; estamos tan distraídos, vivimos tan al margen de la propia realidad que estamos siendo monopolizados por la fuerza del ambiente, y que no somos personalidades creadoras, sino que estamos siendo víctimas del sistema de valores que nosotros mismos hemos creado y que constituyen la máquina social del momento actual, que nos invita, que nos exige, que nos lleva a pensar, a sentir y a actuar de una manera muy distinta a la que debería ser nuestra propia programática de rayo. ¿Se dan cuenta de la dificultad de que la persona encuentre su propio camino, que pueda llegar, por lo tanto, a situarse a través de ese camino hacia la vida de su propia realidad? Bien, que en todos los momentos, nuestro rayo, el rayo que condiciona nuestra vida espiritual no encuentra nunca el apoyo de los vehículos que constituyen la personalidad, y que la personalidad investida del poder del Yo nunca acaba de desarrollar sus principios creadores porque es la sociedad que él mismo ha creado, que es la gran maquinaria social, que es la costumbre, que es la herencia, que es la genética, que es todo cuanto constituye la historia que se convierte en un impedimento. El hombre cuando es creador, cuando está situado en su propia línea de rayo es precisamente cuando está creando, no antes; y para llegar a este estado místico de creación dentro del cual se está manifestando plenamente la fuerza de su propio rayo espiritual es cuando realmente estamos viviendo, no cuando estamos viviendo a merced de los valores cualitativos que nos rodean y al propio tiempo nos separan a los unos de los otros. Solamente cuando hay una atención específica y fundamental sobre todo cuanto nos rodea, sobre toda situación dolorosa, conflictiva o gozosa dentro de la cual estamos inmersos, o cuando estamos en contacto con seres humanos, o cuando vemos cosas, es cuando realmente debemos penetrar dentro de la intención específica del rayo tratando de estar muy atentos, no dejando fisura alguna en la mente ni en el corazón, que no se pierda el fruto de la experiencia, porque el rayo, la fuerza de cada uno, la cualidad de su vida inmortal está precisamente en aquellos momentos del tiempos en que estamos atentos a la propia realidad. ¿Y cuál es la realidad? ¿Acaso no es esta la realidad? El presente es la fuerza creadora de la vida; este ahora, eterno, creador es el que debemos llevar adelante, siempre, sin descanso, para que un día podamos ser realmente creadores y, a través cada cual de su propia línea de rayo, podamos estructurar una sociedad mejor para todos en donde no exista la religión ni la gran herejía de la separatividad, y en donde no existan ni guerras ni conflictos, ni enfermedades, donde el hombre el comprenda su verdadera misión como elemento creador y al propio tiempo redentor de todo cuanto le rodea, y que pueda pasar su vida creadora como una eterna bendición para todos cuantos se ponen en contacto con él. Si se llega a esta conclusión, si nos damos cuenta de que el rayo somos nosotros, el rayo natural, el que nos dio vida, aquél por el cual hemos nacido, y el cual nos lleva directamente al corazón del Logos de un planeta cualquiera del universo, que es el que creó nuestra mónada o nuestro espíritu, y estaremos en el principio de la verdad, empezaremos a adoptar la verdad como belleza de nuestra vida, y entonces podremos hablar de aquella situación en que el Hombre se pueda escribir con h mayúscula.
Conferencia VBA, 11 de diciembre de 1976