Ateniéndonos a las sagradas reglas de la sabiduría hermética, leyes ineludibles para el discípulo, debemos decir que la misión principal de un Ashrama es el restablecimiento de los Misterios Sagrados de la Divinidad, debiendo entender concretamente por Misterio el Poder celestial revelado progresivamente en el hombre. Este es el más grande de los poderes, aquel que hizo exclamar al Cristo “Buscad primero el Reino de Dios…”, el que está más allá y por encima de todas las cualidades y facultades que pueda desarrollar el hombre.
La riqueza, símbolo de poder en todos los planos de desarrollo de esta entidad que llamamos hombre, sólo tiene un valor muy relativo y circunstancial. Las grandes posesiones materiales, las grandes conquistas intelectuales, las potentes emociones del idealismo creador, las más exaltadas facultades psíquicas, etc., son algo inherente a los vehículos de manifestación del Alma, sus reflejos en los tres mundos, pero a menos que no descansen sobre una potente base de recta intención y de sinceros propósitos de vida (las verdaderas llaves del Reino), tales riquezas serán sólo un lastre que impedirá que el Alma del aspirante se remonte y pueda gozar del privilegio de un Misterio revelado.
El símbolo claro de un Misterio se aprecia en la Naturaleza, en sus manifestaciones armónicas y cíclicas. De la misma manera que los antiguos templos iniciáticos adoptaban en sus enseñanzas el orden cíclico y natural y consideraban el cuerpo humano como símbolo supremo del Universo, así el hombre cuyo cuerpo, por la Gracia divina es “un Contenedor de Misterios”, debe habituarse a reflejar en sí mismo y en sus relaciones, la armonía y el equilibrio de la Naturaleza. De ahí que la expresión habitual y más gráfica de un Iniciado, es decir, de Alguien que ha colmado en Sí mismo la expresión de un Misterio universal, es de CONTEMPLACIÓN. Contemplar es reproducir por semejanza la magnitud divina de lo que revela la Naturaleza.
Una de las prácticas asiduas del Ashrama en este orden de cosas, es la técnica de la contemplación. El Maestro la define “técnica sagrada de contacto” y su expresión más concreta, la que se halla en la base de muchas vidas humanas, místicas, filosóficas y esotéricas, la define “serena expectación”, siendo sus fases iniciales, en lo que al común de los aspirantes se refiere, la práctica del silencio; silencio de palabras, silencio de deseos y silencio de pensamientos.
Así, la base de un Misterio descansa siempre en las normas clásicas de purificación; sencillez de mente, pureza de corazón, humildad sincera, humanidad exquisita. No tienen mucho valor en este sentido los grandes alardes intelectuales o técnicas de ciertas mentes que el vulgo considera “privilegiadas”, o las grandes posesiones materiales cuyo poder se disputan la mayoría de los hombres. El Misterio está infinitamente más allá de todas estas cosas; es la Luz que viene de lo Alto, el Poder que renueva, “el Grito Lejano”que resuena únicamente en el corazón de quienes mucho han sufrido y experimentado. Y, pese a todo ello, el Misterio está aquí, en lo más inmediato, presente en todo cuanto existe y en la expresión de toda humana característica. Respecto a esta cuestión nos dijo el Maestro un día: “No hay que buscar el Misterio o conjunto de Misterios, como una conquista humana sino como una herencia divina. Dejad pues que el Misterio se haga carne en vosotros, dejad de ofrecerle resistencia. Quiero significaros con ello que no debéis tratar de vivir en Cristo, a la manera tradicional sino que Cristo viva en vosotros. No invirtáis términos pues estos confunden. En definitiva, el MISTERIO sois vosotros mismos, y como el MISTERIO, que es la Vida de Dios, está también en todas las cosas, en la justa medida que dejáis de oponeros a los hechos, personas, acontecimientos, estados de ánimo, etc., la gloria del Misterio surgirá de vuestro interior y se derramará sobre el mundo que os rodea como una bendición”.
La Jerarquía, Los Ángeles Solares y la Humanidad, Págs 53 y 54 1ª Edición Electrónica