Vicente. — Bueno, es que cuando hablamos de paralizar la mente lo hacemos a la manera tradicional, el de la disciplina es cuando, por ejemplo, un tren va a cien kilómetros por hora y el maquinista quiere frenar de golpe. La disciplina es esto: querer frenar de golpe ciertas impresiones psicológicas; pero realmente si la persona no tiene prisa, no se preocupa demasiado, solamente tiene la intención. La intención es básica, no solamente en paralizar la mente, sino en el éxito de cualquier empresa, porque habitualmente el discípulo –vamos, digamos, el discípulo, todos somos discípulos de algún grado– suele tener estas impaciencias, son muy lógicas porque no comprende que la vida es eternay que por lo tanto el tiempo no altera fundamentalmente el propósito; y si se mantiene el propósito, de hecho se está uno poniendo en contacto con la propia eternidad; por ejemplo la intención de tener la mente en silencio, ¿tenemos la intención realmente?… Porque la intención ya es meditación, ya en cierta manera es expectación serena, ya es ver la cosa como si estuviese realizada. Por ejemplo, si yo tengo que ir a mi casa, la intención de base es “voy a mi casa”, pero no me preocupo durante todo el trayecto de que voy a mi casa, voy a mi casa simplemente. Me parece que fallamos mucho en la intensidad de la intención, no solamente en este caso concreto de dejar la mente en silencio porque nos afectan los pensamientos y queremos detenerlos.
Conferencia de 28 junio 1984