«La noche oscura del alma»

Xavier. — Entonces, ¿cuál es la analogía, siguiendo el mismo ejemplo, de la subida del Monte Tabor a la propia conciencia?

Vicente. — Bien, cuando la persona ha comprendido que todo está en todo, que tiene sus cuerpos vencidos, sojuzgados o controlados, se le abre la meta de la renuncia total porque aquel punto de luz todavía tiene un misterio, que es el desapego de la propia luz. Dense cuenta, el hombre está ascendiendo de deseos en deseos hasta llegar a un punto culminante, este punto le llamamos Dios. Bien, ¿qué es lo que separa al individuo de la conciencia de Dios?, ¿no será la idea del propio Dios?, ¿no será el deseo de Dios? Pues bien, cuando llega al punto final en esta etapa trascendente de la Transfiguración se abren las compuertas de la mente, del corazón, y entra en un sendero muy oculto pero que es totalmente nuevo dentro del cual el antakarana individual ya no sirve, porque se pierde dentro del árido desierto del gólgota, porque entonces el individuo debe renunciar a la propia gloria alcanzada. Claro, esto es para nosotros, ¿verdad?, pero, me has hecho esa pregunta. Y cuando el individuo tiene que renunciar a aquello por lo cual ha luchado en toda su existencia, entra en lo que llamamos: la noche oscura del alma. Este misterio de soledad que no todos los discípulos saben afrontar, ni todos los esotéricos comprender, porque se halla dentro del misterio de la propia existencia. En aquel momento en que el hombre renuncia a la luz: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”, o   “todo se ha consumado”, entonces, el individuo renuncia a la luz, y entonces se convierte en la luz.

¿Se dan cuenta de lo difícil que es llegar a la Divinidad? Hasta aquí se han utilizado palabras más o menos claras, más o menos convincentes, pero, ¿qué pasará cuando se nos diga en cierto estado mental y espiritual?: “Debes renunciar a todo aquello por lo cual has luchado durante tantas vidas”. Llega un momento de gran confusión interior, ¿verdad? Yo he estado en este misterio de soledad, y también les digo otra cosa: cuando ustedes tengan soledad no la rehuyan, no busquen distracciones, afróntenla ustedes con toda claridad, con toda percepción, con toda penetración, con absoluto convencimiento, pues entonces hay una posibilidad de que pasemos rápidamente por este árido desierto y la soledad se transforma en la compañía del propio Dios.
 
Conferencia 1 de abril de 1981