Sólo una gran pureza de vida, el enaltecimiento incesante del propósito espiritual, el profundo desapego y las cualidades infinitas de servicio y sacrificio, pueden deparar esta sutilidad silenciosa de los oídos que permite escuchar la Voz del Padre Creador y sentirse embargado por el indescriptible poder que jalona el Sendero de Santidad o de Liberación.
De ahí que para oír esta Voz, aún en sus fases más inmediatas y accesibles al Alma humana, habrá de tenerse en cuenta y ponerse incesantemente en práctica aquella conocida frase, una verdadera sentencia esotérica de «Luz en el Sendero»: «Antes de que el oído pueda escuchar (la Voz de la Divinidad) ha de haber perdido su sensibilidad», es decir, su sensibilidad a las cosas materiales.
Los Misterios del Yoga. 1ª edición digital, págs. 97 y 98