El verdadero desarrollo espiritual se demuestra siempre como «impersonalidad» y escapa sutilísimamente de la ostentación y de la espectacularidad. Por ejemplo, el Maestro trabaja siempre desde los niveles ocultos. El que mundanamente obtiene reconocimiento es el discípulo, el testigo objetivo y concreto del trabajo a desarrollar aquí en la Tierra. Para él es la gloria y también el fracaso. El Maestro, desde los niveles subjetivos se limita a inspirar y a observar. En la Jerarquía se prescinde, por tanto, de los absurdos prejuicios sociales, los cuales quedaron atrás, muy atrás, borradas sus huellas por la humildad del servicio y por la responsabilidad del Plan…
Mis experiencias espirituales. VBA. 1ª edición electrónica, pág 91.