Interlocutor.—¿Qué implicanciones espirituales tiene la alimentación con carne?
Vicente.—Bueno, usted sabe que ésta es una de las grandes preocupaciones del discípulo. El discípulo o la persona espiritual se pregunta: ¿debo o no comer carne? Yo les digo a ustedes -y repito lo que dije en una charla anterior- que esto en cierta manera y hasta cierto punto no constituye una preocupación para el discípulo, porque hay una verdad, que todos ustedes habrán comprendido seguramente, que es aquélla cifrada en la siguiente frase: «Hay que buscar primero el Reino de Dios, lo demás vendrá por añadidura» ¿Qué hay que entender por Reino de Dios? El Reino de Dios está en nosotros y nosotros, cuando establecemos contacto con la Divinidad, sabemos lo que debemos hacer, porque imprimimos un nuevo ritmo a nuestros vehículos: la mente, el cuerpo astral y el cuerpo físico; y entonces, si nos saturamos de la Vida de Dios, habrá una purificación de los vehículos.
Entonces, el vehículo preparado por haber establecido contacto con la Vida de Dios, será el que nos dirá exactamente lo que necesita, no lo que nosotros, siguiendo una disciplina más o menos ética o más o menos moral, tratamos de infundirle. Nosotros no somos el cuerpo, nosotros no somos el deseo, nosotros no somos la mente, somos algo más que todo esto, por lo tanto, si siguiendo un proceso de expresión interna y siguiendo esta línea de luz que conduce a lo Eterno nos dejamos llevar por ella, imprimiremos un ritmo a los vehículos físico, astral y mental, que dará como consecuencia la purificación celular.
Si nosotros no hemos alcanzado la purificación celular en nuestros cuerpos kármicos, el hecho de que comamos carne o que comamos vegetales no tiene importancia alguna, porque no seremos nosotros sino el cuerpo quien exigirá por pureza aquello que debemos comer, cómo debemos comer, cómo debemos respirar, cómo debemos pensar, cómo debemos sentir. No son los cuerpos sino la vida espiritual que nosotros infundimos a los cuerpos la que obtiene de los cuerpos la respuesta sensible a las verdaderas necesidades espirituales.
La programática espiritual para la Nueva Era no se basa en tradiciones, no se basa en algo que está prefijado, preestimable ya o preestablecido, sino que contiene algo nuevo, algo esplendente, algo luminoso que puede ser muy distinto de todo cuanto hasta aquí hemos venido sosteniendo. La pureza se halla en la intención, si la intención es pura, lo cual significa que habremos establecido un contacto con el Reino de Dios, lo demás vendrá por añadidura: lo que hay que comer, lo que hay que hacer… Interesa más, entonces, establecer contacto con ese supremo Reino de la Divinidad y después dejar que la divinidad en nosotros exija de los cuerpos la necesaria respuesta.
Conferencia de 19 octubre 1985