Vicente.— En nuestra conversación del mes anterior estudiamos la idea de los ángeles en relación con el ambiente social de la humanidad. Hay que darse cuenta desde un principio que en estas conversaciones esotéricas cuando nos refiramos o hablemos de los ángeles estamos dando una noción del término científico de energía, nada tiene que ver con los ángeles de la tradición tal como han venido a nosotros a través de las Iglesias organizadas y místicas de la humanidad en el mundo; por tanto, cuando empleemos el término ángeles ustedes pueden automáticamente asignarle el término científico de energía, la energía de la luz, la energía del sonido, la energía que produce por cristalización todas las formas conocidas de la naturaleza.
Por tanto, dense cuenta de algo muy importante, cuando estamos pensando estamos creando unas ciertas formas en el éter, estamos removiendo creativamente el éter produciendo sonidos, colores y formas geométricas. Cuando estamos sintiendo, cuando nuestras emociones surgen del plexo solar, o del corazón en un caso de sentimiento muy agudo, estamos también removiendo creativamente los éteres constituyendo las formas que conformarán lo que podríamos denominar el ambiente emocional del mundo, y cuando estamos pensando también en ciertos momentos de exaltación estamos creando las bases de los arquetipos.
Conferencia de 10 de Junio de 1978
Existe un desequilibrio general y todavía el odio, la crueldad y el íntimo sentimiento separativo corroe las entrañas de la Raza. Así, en tales condiciones, puede aparecer como un contrasentido el tratar de confeccionar un código de valores humanos basados en la fraternidad, el orden y la justicia. Sin embargo, tal es la tarea eterna que ha de emprender el ser humano que ha logrado contactar ciertas áreas de poder espiritual y darse cuenta de que todos los demás seres humanos están debidamente impuestos de idénticos valores y principios y que, por tanto, también pueden y deben esforzarse por establecer contacto con aquel centro de paz inalterable, dentro del corazón, en donde no existen tensiones, conflictos ni miedo…
Bien, si hemos comprendido exactamente todo cuanto estamos hablando de Shamballa, si tenemos en cuenta que no cae una hoja del árbol sin que lleve en sí la bendición del Señor del Mundo, ¿cómo podemos suponer que no estamos constantemente ayudados en este empeño de regresar a las fuentes espirituales de donde procedemos? El misterio es este, tratar de darse cuenta, como decía anteriormente, de que hay una fuerza interior que nos lleva adelante, una fuerza que si dejamos que trabaje en nosotros nos ensalzará hasta cumbres insospechables, que nos convertirá en Dioses en funciones aquí en la Tierra, no simples máquinas vivientes que estamos siguiendo un proceso sin que nos demos cuenta de lo que estamos haciendo, que creamos maquinarias que tratan de medir el orden cósmico, que estamos trabajando siempre técnicamente para crecer en técnica, y que la técnica no ha producido el despertar del amor en nuestro corazón. Sólo la comprensión del momento que estamos viviendo, no el movimiento aparente de lo que estamos viendo a nuestro alrededor, que nos deprime, que causa una sensación de soledad, sino hacernos uno con el misterio que surge de lo más profundo de nuestro Ser, y ser conscientes al propio tiempo de que podemos realizarlo, de que no somos unas máquinas vivientes llevados adelante por un maquinismo que nosotros mismos nos hemos impuesto, y llegar al momento cumbre en la evolución en que siendo tan conscientes de esta verdad nos decidamos a actuar, y la actuación de momento es estar atentos a todo cuanto sucede, no ver la apariencia de las cosas, no hacer caso de aquello que el ambiente trata de introducir falazmente en nuestra mente y en nuestro corazón, sino ser conscientes de que nosotros somos uno con la Verdad, uno con la Vida y uno con el Amor de Dios, y que hay que hacerlo de una manera libre y desapasionada, hasta llegar un momento en que realmente podamos ser llamados con justicia Hijos de Dios.
Conferencia 23 abril 1986